Aprendiendo de mi madre 


Hemos vivido una época muy extraña en la que mucha gente ha perdido a seres queridos. Con una enfermedad que ha afectado especialmente a las personas de más edad, muchos hemos tenido tiempo para reflexionar sobre la importancia de cuidar a nuestros mayores. Pero también de aprender de ellos mientras haya tiempo. Por eso, yo decidí estrechar la relación que tenía con mi madre.

Nadie quiere sufrir por adelantado y tendemos a pensar que nuestros padres siempre estarán ahí, pero a menudo no cuidamos suficiente esa relación achacándolo muchas veces a la falta de tiempo. ¿Tanto tiempo cuesta llamar por teléfono? Aprovechando que yo también tenía más tiempo, empecé a ir a casa de mi madre solo para hablar y acabé poniéndome a coser. Ella siempre ha tenido una gran habilidad para los trabajos manuales, para tejer y para decorar. A mí siempre me ha gustado también la ropa y la decoración, pero no heredé su habilidad… o eso pensaba yo.

Pero lo cierto es que nunca me había puesto con ello en serio. Así es que un día mi madre sugirió enseñarme como hacer cortinas con presillas y a mí me pareció bien. Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de ponerse con este tipo de trabajos es que llevan tiempo y requieren de una mínima organización. 

Antes de nada, hay que seleccionar el tejido. Y aquí sí que pude ayudar yo a mi madre. En sus tiempos, para comprar género había que ir a la tienda, pero ahora esto también se puede hacer por internet. Aunque al principio mi madre insistió en las desventajas de comprar tejidos sin poder tocarlos (y es cierto que no es lo mismo) dada la situación terminó por aceptar. Y bien contenta que quedó cuando recibimos el género: ya me podía enseñar como hacer cortinas con presillas.

Además de compartir tiempo con mi madre, que era lo principal, le he cogido el gusto a estas labores que me sirven no solo para entretenerme, sino que son muy útiles. Ya tengo cortinas con presillas en la cocina y ahora voy a por las del salón.