Las noticias falsas o “fake news” llevan tiempo de moda y repercuten en todos los ámbitos de la información, desde la política (con consecuencias imprevisibles) hasta el deporte o la salud. El otro día mi madre vino a pasar unos días a casa y cada vez que tenía un minuto de descanso se ponía a ojear el móvil: parecía una adolescente. Pero ella no sigue a youtubers ni a instagramers: está enganchada a las noticias virales y/o sensacionalistas.
De alguna manera ha activado una aplicación en el móvil por la cual le llegan noticias en relación a sus supuestos intereses: es decir, si pincha en tal noticia le seguirán llegando noticias de ese perfil. Debe ser que mira muchas ‘noticias’ relacionadas con la salud porque no paran de llegarle artículos de ese perfil, pero casi siempre con un sesgo sensacionalista, buscando impactar por el titular más que por la información contrastada que aporta.
La última vez que hablamos sobre una de sus noticias fue a vueltas con el tema de la lactosa. Nadie en nuestra familia tiene intolerancia a la lactosa de la leche pero yo soy el único que queda que la bebe. Y tampoco demasiado. No es porque me siente mal, sino porque nunca he sido muy aficionado a esa bebida, al menos pasada la niñez. Ni siquiera me gusta mucho el café con leche. Pero, aun así, la sigo tomando de vez en cuando. Pero mi madre ya lleva tiempo diciendo que ha dejado de beber leche porque ha leído que “el ser humano es el único mamífero que sigue bebiendo leche de adulto”. Y que, por supuesto, eso no está bien.
La cuestión es que luego le pregunto si ese mantra se acompaña con datos científicos de expertos reconocidos que digan textualmente que la “leche es perjudicial para un adulto”. Pero no, al contrario, la mayoría de expertos siguen afirmando que la leche es beneficiosa, en líneas generales, para los adultos: por supuesto aquellos que no tengan intolerancia a la lactosa de la leche. Pero mi madre, erre que erre, móvil en mano. Pronto se abrirá un canal de YouTube y empezará a subir videos.