Aprende a cuidar tu flora intestinal


Hace unos años nadie hablaba de flora intestinal. Se hablaba únicamente de la absorción de nutrientes en el estómago, mientras que el intestino parecía ser solo un largo tubo de más de ocho metros en el que se almacenaban los deshechos de la digestión. Nada más lejos de la realidad, ya que en este órgano tienen lugar la captación de minerales y vitaminas esenciales para la salud, se generan el 90% de las defensas que nos protegen de virus e infecciones y tiene lugar uno de los procesos más fascinantes del cuerpo humano:

nuestra relación con los millones de bacterias que constituyen la microbiota, un delicado ecosistema conocido popularmente como flora intestinal.

FLORA INTESTINAL: CLAVE PARA UNA BUENA SALUD

¿Estás pensando en el bifidus activo de los yogures? Vas por buen camino: los bífidus son uno de los principales tipos de bacterias beneficiosas de nuestra flora intestinal, aunque no el único. En cada uno de nosotros hay un auténtico universo de bacterias. Su número es tan grande que si recogiésemos el total del adn que contienen nuestros cuerpos, tan solo un 1% sería humano. El 99% restante es adn de las bacterias que viven en nuestro interior, que sin ser humanas, son imprescindibles para que nuestros organismos puedan funcionar de forma adecuada.

Cuando se rompe el equilibrio entre los diferentes tipos de las bacterias e nuestra flora, se producen trastornos y enfermedades que afectan a todo el cuerpo: intolerancias alimentarias graves como la intolerancia al gluten, a la lactosa o al azúcar de la fruta, problemas de inmunodeficiencia que comprometen la capacidad de nuestro cuerpo para defenderse ante las infecciones… Se han establecido relaciones entre una flora intestinal dañada y la depresión, los trastornos de ansiedad o la fibromialgia.

FLORA INTESTINAL Y OBESIDAD

Uno de los últimos descubrimientos sobre los efectos de una flora intestinal dañada tiene que ver con la forma en que el cuerpo regula nuestro apetito y nuestro peso: se ha encontrado que hay una relación entre los daños en la flora intestinal y la obesidad. Un hallazgo inesperado que ofrece grandes posibilidades para la prevención y tratamiento del sobrepeso.