Se habla mucho del consumo responsable y me hace gracia porque lo que sucede a menudo en mi casa es justo lo contrario: consumo muy irresponsable. Si hablamos de la ropa que usa el niño, estamos desperdiciando tanta ropa que me da rabia. Es cierto que un niño pequeño crece muy rápido y su indumentaria tiene un recorrido muy corto, pero lo nuestro no es normal.
Valga de ejemplo lo que ha sucedido con la comunión de un primo. Se supone que a una comunión hay que ir vestido de ‘domingo’, pero mejor. Aunque a mí todo esto me suena muy antiguo, no es plan de ponerse a discutir. Así que vale, vamos a la comunión y vamos todos vestiditos de domingo. Mi mujer mira ofertas polos para niños y a mí me parece estupendo: hay que aprovechar las ofertas y hoy en día en internet se encuentran chollos. Además, el polo lo va a poder usar más veces, no solo para este evento.
Pero sucede que las abuelas también quieren entrar en el asunto y la cosa se complica. No sé si es que una de las abuelas se ha sentido responsable por el hecho de que tengamos que recorrer miles de kilómetros para ir a una comunión y ha querido comprarle un traje al niño para la comunión… sin avisar. ¿Y por qué me preocupo si lo ha comprado ella con su dinero? Aunque parezca impostado, no me gusta que se gaste dinero, en general, que se tire el dinero en cosas aunque ese dinero no sea mío.
Como se produjo una falta de comunicación entre mi mujer y su madre, resulta que ahora tenemos, como mínimo, dos atuendos para la comunión: y eso que nuestro hijo no es el que comulga. Y el caso es, ya lo veo venir, que el niño tendrá que ir con el trajecito porque ese sí que, probablemente, no lo va a usar más que para dicho evento.
Y es que mi mujer ya había comprado después de ver ofertas polos para niños. Y todavía queda la otra abuela, que como se entere, dirá “yo también quiero participar”.