¿Un programa educativo capaz de impartir en pocas semanas lo que otros necesitan meses? Realizar un taller, curso o bootcamp online intensivo es un acierto para aquellos estudiantes que busquen un aprendizaje focalizado y resultados rápidos. Este formato educativo ofrece numerosas ventajas, pero no está exento de inconvenientes que conviene sopesar.
«Inmediatez» es la palabra que mejor define a los cursos intensivos. Su duración —de varias semanas a solo unos días— atrae a los profesionales y estudiantes que necesitan adquirir competencias en un corto periodo de tiempo. Esto permite a sus postulantes lograr sus objetivos académicos sin desatender demasiado su empleo, los asuntos familiares y otras ocupaciones.
Por definición, estos cursos y bootcamps se basan en una metodología focalizada. Su tabla de contenidos gira en torno a temas muy específicos, con un planteamiento más práctico que teórico, a diferencia de los programas académicos al uso, cuyos temarios abarcan demasiado o tienden a dispersarse.
Este tipo de formación produce en el alumnado un mayor sentido de urgencia: no hay tiempo que perder, por lo que el estudio es más intenso y previene la procrastinación, tan común en la sociedad actual.
Sin embargo, un curso intensivo también significa más estrés y ansiedad para los estudiantes incapaces de seguir el ritmo. La agilidad de estos programas puede agotar mentalmente a estos perfiles, que necesitan un mayor tiempo para asimilar conceptos o «digerir» grandes volúmenes de información.
Por su alta carga de trabajo, estos cursos exigen una dedicación casi completa que no todos pueden permitirse. Requieren, por tanto, una disciplina extra para organizarse y conciliar la formación con la vida personal o laboral.
Incluso con autodisciplina, la mentalidad adecuada y otras virtudes, la formación intensiva es incompatible con quienes aspiren a profundizar en ciertas materias o buscan un aprendizaje más completo y diverso.