Un verano trabajando 


La vida del opositor es muy singular, es un trabajo silencioso y constante para el que hay que tener mucha cabeza fría. Porque te juegas muchos meses (o años) de estudio en unos días. Pero el premio es muy suculento, por supuesto, y por eso son tantas personas las que apuestan por ello, como yo. No obstante, si te organizas bien también hay tiempo para más cosas, sobre todo si necesitas una fuente de ingresos mientras llega la fecha de la oposición.

Como para mi oposición aún le quedan varios meses, se me planteó la posibilidad de trabajar en verano, encargándome del bar de la piscina del pueblo en el que paso el verano. Llevaba dos años cerrado por el tema de la pandemia, pero la idea era abrir este verano que se espera pueda ser como los de antes. Y se me ofreció a mí. 

No era mal plan porque conocía bien la piscina y a muchos usuarios y tampoco tendría mucho trabajo. Hasta podría ocupar los tiempos muertos estudiando. Pero eso sí, me habían encargado que me hiciera con mesas y sillas de terraza baratas ya que todo el mobiliario de la terraza anterior se había vendido el primer verano de la pandemia ante la incertidumbre de si iba a volver a abrir o no el bar.

Ya he trabajado algunas veces en hostelería, siempre en periodos cortos para sacar algo de dinero. No me disgusta, sobre todo porque soy consciente de que es un trabajo temporal y así me lo tomo. Si tuviera que trabajar de esto de forma indefinida tal vez lo vería de otra manera. Así que este plan me parecía interesante y no estaba mal pagado teniendo en cuenta las circunstancias.

Y en cuanto a lo de comprar mesas y sillas de terraza baratas tenía un presupuesto bastante ajustado, pero ya tenía echado el ojo a algunas opciones que había visto. La idea era que esa terraza estuviera en funcionamiento los siguientes veranos así que tampoco podía comprar cualquier cosa. Pero, como digo, era el único “obstáculo” para ponerme al frente del bar.