Contra las marcas blancas


De un tiempo a esta parte se han puesto de moda las marcas blancas entre muchos consumidores y razones tienen para ello, esencialmente el precio. Con las constantes subidas en otros aspectos de la vida, nunca está de más tratar de ahorra allí donde se puede, y el carro de la compra se lleva un buen gasto mensual.

Pero, por supuesto, no es oro todo lo que reluce con las marcas blancas. Por ejemplo, existen empresas que se enorgullecen de no proveer a las marcas blancas. Porque, generalmente, este tipo de firmas low cost son propiedad de cadenas de supermercados que no tiene capacidad de fabricación, ni siquiera de envasado. Lo que hacen es comprar el producto a los fabricantes que se lo entregan ya envasado y ellos se encargan de distribuirlos entre sus establecimientos.

Podemos poner de ejemplo el caso de la leche. Muchas cadenas comenzaron a comercializar sus productos blancos negociando con proveedores de leche. En un contexto como el de la crisis económica de hace unos años, los consumidores empezaron a mirar con otros ojos a estos productos de primera necesidad. Tal vez se podía dejar de confiar en la marca de toda la vida y pasarse a una nueva.

Además, las marcas blancas se promocionaban también deslizando que, en realidad, eran grandes marcas las que estaban detrás de muchos de esos productos. Pero no es lo mismo una leche que lleva la etiqueta de una gran marca que la que esos proveedores de leche venden y envasan con otra etiqueta. Por supuesto, siempre se respetan las normas oficiales de producción para que ningún alimento sea perjudicial para la salud, pero los detalles son los que marcan la diferencia. Y el proceso de producción es a menudo diferente si se va dirigido a un mercado u otro.

Según los últimos estudios, el crecimiento de las marcas blancas se ha estancado en la mayoría de supermercados y las marcas históricas recuperan terreno, algo que también sucede en un sector como el lácteo que sigue viviendo un momento convulso por el cambio en los patrones de consumo.